EN EL PAÍS DE LOS DOGONES La "fiesta del enlucido" comienza al amanecer, cuando termina el Ramadán. Era día de fiesta. Era el fin del Ramadán. Los habitantes de Djenné habían acudido a la gran plaza de la mezquita para celebrar la oración de las nueve de ese día sagrado.Era el término del ritual. Los hombres permanecían sentados en la gran plaza de la mezquita, escuchando el sermón del Imam, transmitido por el más grande de los griots (1) un hombre de aspecto vivaz y lengua ágil, que paseaba su voz metálica sobre la concurrencia y parecía sondear la expresión de cada cual. Tomaba el pulso a la muchedumbre con sus manos y su mirada. Al final del sermón, su ojo de gavilán vió el bastón del patriarca, que éste alzó para dar tres golpes secos en el suelo; todos los oyeron pues estaban mudos y en silencio. Y el griot se dispuso a transmitir las palabras del anciano jefe. El griot escuchó las palabras, las frases y los sonidos que retuvo un momento en sus oídos, en su pecho y en su cabeza; luego su lengua los frotó, los lavó, los estiró, los hiló, los enjuagó y los entregó así a la concurrencia, limpios de todo dolor y de todo veneno; pues la palabra puede ser dolor que asesina y puñal que hiere para toda la vida. Dijo:
Que el viento aumenta cada amanecer
Y cada día murmura
Y vacía todo de toda agua
Que las aguas de los dos ríos
Cada día huyen hacia el Este
Dijo:
Que los muros han cesado de lagrimear
Y que ha llegado la hora de cerrar las heridas dejadas por la invernada
Entendimos. Nos volvimos hacia el Oeste, hacia el santuario de Tapama (2):
Llamaremos a los grandes pescadores
A los Karanyara (3)
A los Famenta
A los Kasaminta
Amos de las olas de la noche
A los Niomenta
A los Sininta
A los Tienda
Amos de los lamantinos y los cocodrilos
Fuimos a la puerta del Sur y en dirección diametralmente opuesta hacia la de Sory, y luego hacia el Este al “charco de leche fresca”.
Allí estaban los albañiles
Los hombres que trazan sobre la arena
Con manos de madera
Las fórmulas mágicas
Los que convertidos en lagartos
Se adhieren a los muros
O en palomas en el hueco
De las columnas.
Fuimos a hablar
A los que abofetean el muro
Con placas de arcilla
Fuimos por fin al encuentro de los dos ríos
El río pequeño, el Bani,
Grácil como una hermanita
El río grande, el Djoliba,4
Como un toro vigoroso
Fuimos en busca de todos los Soninkés, todos los Sonrais, todos los demás pueblos
Para revocar el santuario
Individuos encorvados por la edad
Que duermen en el seno de la tierra
Los jefes prestaron su bastón
Para ordenar en todos los tonos
Cualquiera sea la edad y el clan
Que sea y siga siendo Djenné.
La arcilla estaba ya mezclada con paja polvorienta de arroz, revuelta con cascabillo y su afrecho de mijo. Pies descalzos la pisoteaban, manos desnudas la amasaban. Se llenó con ella todo recipiente, con las palas y las grandes azadas, y por cientos, mujeres y hombres formaban multitud que fluía hacia los muros gigantes de la mezquita de Djenné la grande.
Albakaye Ousmane Kounta